Perito Francisco Pascasio Moreno
Francisco Pascasio Moreno nació en 1852 en una casona de Paseo Colón y Venezuela, Buenos Aires, en una familia patricia acomodada. Hijo de Francisco Facundo y Juana Thwaites, tuvo tres hermanos menores y una hermana mayor. Su padre había estado exiliado en Uruguay durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas y su madre era hija de un oficial británico que había sido capturado en el transcurso de la segunda de las Invasiones Inglesas, en 1807, y que luego se radicó en el Río de la Plata.
A partir de 1863 estudió en el Colegio San José, a cargo de los Padres del Sagrado Corazón de Jesús de Bétharram (Padres Bayoneses) y desde 1866 en el Colegio de la Catedral al Norte. Desde pequeño mostró interés por la naturaleza. Cuando sus padres se mudaron a Bartolomé Mitre y Uruguay y descubrió caracoles petrificados en los mármoles, preguntó qué eran y se abocó a la tarea de recolectar piezas, y cuando su número creció el padre le cedió el altillo. Allí él, con doce años, y sus hermanos, crearon el “Museo Moreno”, dedicado a la historia natural. Al fallecer su madre víctima del cólera, el 27 de diciembre de 1867, la familia se fue a vivir a una quinta en Parque Patricios.1
Debido a la epidemia de Fiebre amarrilla que diezmó a Buenos Aires en 1871, se mudaron a la Estancia Vitel, en Chascomús, donde llenó cuarenta cajones con restos fósiles -entre ellos un caparazón de gliptodonte-. Su padre le regaló entonces una vivienda de 200 metros cuadrados para que guardase sus colecciones.1
A los veintiún años fue designado miembro de la Academia de Ciencias Exactas de Córdoba.
En 1885 contrajo matrimonio con María Ana Varela, nieta del escritor Florencio Varela, y de esta unión nacieron siete hijos, tres de los cuales fallecieron antes de cumplir los tres años de edad.
Fue, a partir de 1885, miembro de la “Sociedad Exploradora de Paramillos de Uspallata”, en la provincia de Mendoza, que contrató para el proyecto de minas al ingeniero Germán Ave Lallemant. Este fue quien se encargó de supervisar técnicamente la instalación de grandes plantas de laboreo minero en la precordillera, a 3000 m s. n. m., en las cercanías de la actual localidad de Uspallata.
En 1897, en los viajes que realizó a Chile como perito en límites, cruzó la cordillera de los Andes a lomo de mula junto con su esposa, y sus cuatro hijos, acompañados por el Dr. Clemente Onelli. En junio de 1897 quedó viudo como consecuencia del fallecimiento de su esposa de fiebre tifoidea, a los 29 años de edad.
En 1900 viajó junto con sus hijos a Londres, por trámites relacionados con el litigio limítrofe con Chile, en donde dejó a sus hijos varones internados como pupilos en Clayesmore, una prestigiosa escuela inglesa. En 1903 falleció uno de sus hijos. Ante tamaña desventura emprendió un nuevo viaje a la Patagonia para mitigar su pena.
Moreno tuvo un espíritu altruista, especialmente hacia la niñez. Adhiriendo a la coherencia de sus propias aseveraciones:
un niño con barriga vacía, no puede aprender a escribir la palabra pan.
en 1904 creó los comedores escolares donde, diariamente, se servían 350 platos de sopa costeados por él. Para hacer frente a los gastos, vendió las tierras que el Gobierno argentino le otorgó como reconocimiento por su trabajo como perito de límites.
En 1910 fue nombrado diputado nacional. También asumió la presidencia de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes.
El 4 de julio de 1912 constituyó la Comisión Organizadora del Movimiento Scout en la Argentina, creando una institución que se denominó en sus primeros tiempos “Asociación de Boy Scouts Argentinos. También en este año es nombrado vicepresidente del Consejo Nacional de Educación.
Murió en 1919, a los 67 años. Fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta. En 1944 sus restos fueron trasladados a la isla Centinela, en el lago Nahuel Huapi.
Viajes a la Patagonia[editar]
En 1874, Francisco Moreno emprendió su primer viaje a la Patagonia, impulsado por un espíritu de aventura, el interés por aprender sobre la geología, la historia natural, la flora y fauna de la región. A su paso por la localidad de Carmen de Patagones, ya había recolectado numerosos cráneos, puntas de flechas, puntas de lanza y sílices tallados. Estos cráneos, dan origen a nuevos estudios antropológicos que fueron publicados en París por el profesor Brocca y despertaron el interés de estudiar a las razas indígenas de América del Sur.
A partir de 1874 las autoridades argentinas le encomendaron al joven Moreno sucesivas expediciones de exploración que tuvieron un doble objetivo: consolidar la soberanía argentina y recabar datos para el avance de las ciencias. En julio de 1874, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, recibió el encargo del Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Dr. Carlos Tejedor, de investigar las inmediaciones de la bahía Santa Cruz. Moreno embarcó en el bergantín “Rosales” para explorar dicha zona donde existía un asentamiento de colonos chilenos. A su regreso, viajó a Entre Ríos para comparar la formación terciaria de la Patagonia con la de las Barrancas del Paraná. Alentados por sus logros la Sociedad Científica Argentina y el gobierno de la provincia de Buenos Aires le brindaron apoyo financiero para realizar nuevos viajes a la Patagonia, recorrer territorio inexplorado y estudiar la cultura indígena.
En septiembre de 1875, comenzó una nueva expedición al sur. En las playas de Pehuen-Co, a 100 km de Bahía Blanca, estudió yacimientos fósiles relevados con anterioridad por Darwin. Siguió rumbo al sur, queriendo cruzar los Andes a través del lago Nahuel Huapi e intentar llegar a Chile por el paso “Pérez Rosales,” haciendo el camino inverso al de Guillermo Cox. Bordeó el río Limay y se encontró con el cacique Saihueque en la zona de Collón Cura, para solicitarle ayuda y permiso para encontrar el paso que lo conduzca a Chile. Sin embargo Saihueque y su consejo tribal -molestos por acciones del gobierno- le negaron el paso a Chile, por lo que Moreno recorrió la zona de Pehuenia y el 22 de enero de 1876, a los 23 años de edad, fue el segundo hombre blanco que llegó al lago Nahuel Huapi desde el océano Atlántico, allí izó la bandera argentina, y posteriormente emprendió el regreso a Buenos Aires. En este recorrido Moreno se puso en contacto con las naciones indígenas de la Patagonia, recolectando valiosos datos y materiales sobre estos indios. Moreno quedó muy impresionado por el drama de estos pueblos despojados de sus tierras ancestrales. Por ello trató de humanizar las relaciones entre el gobierno argentino y los pueblos indígenas, abogando por la entrega de tierras a los originarios y el establecimiento de escuelas para sus hijos.
En Buenos Aires preparó una nueva expedición cuyo fin fue reconocer el río Santa Cruz. En julio de 1876, el presidente Nicolás Avellaneda, brindó su apoyo a Moreno y le facilitó un ayudante para relevar la cartografía y la topografía de dicha zona. La cuestión de límites con Chile preocupaba a Moreno; especialmente que el tema fuera discutido por personas que no conocían la Patagonia como para tener elementos de juicio precisos y fundamentados sobre los límites de la cordillera y la divisoria de las aguas.
En octubre de 1876 regresó a la Patagonia junto a Carlos Berg en la goleta “Santa Cruz” al mando del Comandante Luis Piedrabuena. La nave fondeó en la desembocadura del río Chubut, donde Moreno recorrió la colonia galesa obteniendo gran cantidad de fósiles marinos. Luego de tres meses, la nave zarpó nuevamente, llegando a la boca de río Santa Cruz el 21 de diciembre. Remontó el río y lo recorrió en toda su extensión, llegando hasta sus nacientes el 15 de febrero de 1877. Allí, como defensor de la soberanía de Argentina sobre esas tierras, bautizó al lago que da origen al río con el nombre de lago Argentino y llegó a estar muy cerca del imponente glaciar que luego fue designado en su honor, aunque sin llegar a verlo. En su contacto con los indígenas tomó apuntes de su idioma, queriendo escribir un diccionario tehuelche. En febrero, descubrió y bautizó el lago San Martín, avistando el lago Viedma y el cerro Chaltén, al que identificó erróneamente como un volcán y lo designó con el nombre de Fitz Roy. Esa expedición la realizó junto al Grumete Abelardo Tiola.
En 1879, durante la Conquista del Desierto, fue jefe de una nueva expedición al sur, para determinar los límites entre Chile y la Argentina.
El 1 de abril de 1879 aceptó el encargo, solicitando, como única recompensa que todos los objetos coleccionados durante la expedición sean incorporados al Museo bajo su dirección. Estudió en su expedición los aspectos geológicos del trayecto desde puerto San Antonio a Nahuel Huapi, para la futura construcción de una línea de ferrocarril que, atraviese la Patagonia y una el Atlántico con el océano Pacífico. Esta fue su segunda visita a Nahuel Huapi, y comenzó a pensar en reservar esas tierras para la creación de un parque nacional. Avanzando a través de las tolderías, llegó hasta un lago al que bautizó lago Gutiérrez en memoria de su antiguo maestro. Era territorio mapuche, y los expedicionarios cayeron prisioneros de los indios, aunque lograron huir durante la noche.
Moreno influye en la modificación de las ideas de las generaciones precedentes sobre la Patagonia. Conocían las descripciones de Fitz Roy y les impresionaba el criterio de tierra maldita que Darwin le aplicó, debido a que no se internaron lo suficiente como para formarse de ella un concepto global. … Cuando Moreno y otros exploradores penetran en sus zonas fértiles y se extasian en presencia de sus paradisíacas bellezas, la Argentina toma posesión efectiva de esa inmensa y abandonada heredad. Pasa entonces el peligro de un golpe europeo. Y el de los anexionistas chilenos será conjurado ….2
En 1883 la Sociedad Geográfica de Francia le otorgó la medalla de oro.
Por sus conocimientos de la región andina austral fue designado en 1896, perito de la Comisión de Límites entre Argentina y Chile. También participaron Clemente Onelli, como secretario general, y Emilio Frey, como Topógrafo. El arbitraje le permitió a la Argentina retener 1800 leguas cuadradas de tierras.
Sus viajes significaron descubrimientos geográficos de trascendencia, permitiéndole conocer, palmo a palmo, el suelo austral argentino y encarar, con acierto, la defensa de los derechos de Argentina, en la controversia de límites con Chile. Los datos que aportó abrieron nuevos horizontes a la antropología sudamericana y posibilitó que varios científicos europeos se abocaran a estudiar las razas originarias de América del Sur